Como seguir cuando es demasiado el dolor; como continuar junto con la vida, cuando has sido perforada. Como vencer los miedos y el sinsentido cuando lo único que ves en tu reflejo es desesperanza. Y es que no lo extraño, me extraño a mi. La mayoría de las veces no extrañamos a las personas, si no a nosotros mismos. Aquellos momentos en donde nos sentíamos felices. Extraño mi inocencia, mi fe en el mundo y la bondad. Y es que una vez que te encierras y decides con tintes de paranoia, envolverte de protección, te pierdes en la frialdad de la soledad y de la desconfianza. Te pierdes entre los muros de tu herida. Hay avance y retroceso, hasta que aceptas que el desorden en ti es la consecuencia de un acto ajeno, y que con ello, no puedes ser la misma. Jamás lo serás y quizá aceptarlo es lo único que puedes hacer al respecto. Y escribo porque mi silencio no se escucha, porque mi sonrisa es ahora un secreto que guarda mi historia. Y entonces, así como alguien llega a desgraciarte la vida, esperas también, que quizá alguien se apiade de ti y te ame, a ti y a tu miseria.
Eventualmente te darás cuenta que comienzas a respirar de nuevo, y que tiene que haber alguien por quien valga la pena luchar, incluso cuando la batalla sea contigo mismo.
Eventualmente te darás cuenta que comienzas a respirar de nuevo, y que tiene que haber alguien por quien valga la pena luchar, incluso cuando la batalla sea contigo mismo.