Siempre he sido fiel defensora de la creencia no moderna- el amor no se encuentra, se construye. Pero detrás, de toda idea propia, debe de existir una congruencia que contunda, que se lleve a la cotidianidad. Entonces es escoger, escoger día tras día: que esa construcción solo se da si hay dos disposiciones, si se entiende la vulnerabilidad. El amor espera, y mucho. Espera a esa persona en ocasiones sin rostro, a su llegada y acogimiento; a elegirse cada instante, sin realmente contar los segundos. Amor atemporal. Porque ese amor, el que espera, trasciende el pasado y también el cuerpo, es infinidad. Hay una incondicionalidad desinteresada tácita en cada suspiro que anhela crecimiento.
Y entonces tú, desafías todo el palabrerío previo. Haces difícil la contundencia, la espera.
Porque no tenerte aun vive la temporalidad y es así, como el segundero goza de calidad eterna.
Y entonces tú, desafías todo el palabrerío previo. Haces difícil la contundencia, la espera.
Porque no tenerte aun vive la temporalidad y es así, como el segundero goza de calidad eterna.